30 de marzo de 2013

Talking in the night




¡Hey you, nightly butterfly!
Rest wherever you like and listen to me:
You know that I can’t fool you
You understand my glory and my pain
Although you know that I'm afraid not get it

¡Hey you, nightly butterfly!
I don't wanna to stay in this place
I desire to heal those wounds
I wish to be forgotten for everyone

However, the hope lights me
Its hand guides my alone heart
Because I saw you once again
With her eyes in my dreams
¿Could you let me to go there?

Maybe, I’ll be here
Forever and ever
Please, allow me flying to  
Your quiet heaven
And her eternal flame among us


¡Hey you, nightly butterfly!
I’m sure that ain’t endless
Thank you for loving me
Thank you for hearing my request:
¡I wanna go home!
¿But, who’s gonna drive me home tonight?

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Diálogo de Medianoche


¡Hey tú, mariposa nocturna!
Descansa donde quieras y escúchame:
Tú sabes que no puedo engañarte
Tú entiendes mi gloria y mi dolor
Aunque sabes, temo que no voy a lograrlo.

¡Hey tú, mariposa nocturna!
No quiero permanecer en este lugar
Deseo sanar aquellas heridas
Deseo ser olvidado de todos

Sin embargo, la esperanza me ilumina
Su mano guía mi solitario corazón
Porque te vi una vez más
Con sus ojos en mis sueños
¿Podrías permitirme ir allá?

Quizá, estaré aquí
Por siempre y para siempre
Déjame volar, por favor,
A  tu tranquilo cielo
Y su llama eterna entre nosotros

¡Hey tú, mariposa nocturna!
Estoy seguro que esto no es perpetuo
Gracias por amarme
Gracias por escuchar mi petición:
¡Quiero ir a casa!
¿Pero, quién me llevará a casa esta noche?


19 de marzo de 2013

Sueño sin tiempo


Cubierto por la oscura noche y abierto a los infinitos caminos de mi mente, una visión asombrosa se presenta en mis sueños con un enigmático mensaje.
Camino de mi hogar, encuentro a mi paso, un pequeño grupo de personajes sentados en la periferia de una higuera de agua como si esperaran hallar algo de gran valor. Seres provenientes de cerca y de muy lejos -por la diversidad de sus vestiduras- hablan entre ellos como si de sus disertaciones dependiera el porvenir de toda la urbe conocida.
Y entre ellos un hombre de blancos cabellos, negruzcos vestidos y mirada fría, me hace una seña y ante mi sorpresa, me invita a acompañarlos. Ya en medio de ellos, quiero conocer lo que conversan y asimismo, aprender algo desconocido o tal vez, que ya había olvidado.
Con trémula voz le pregunto:

- “¿Por qué esta sombría encrucijada entre el valor real y el efímero precio de las personas?
Con firme palabra me respondió:
- “Definitivamente, la percepción del dinero. Lo que mediante el dinero es para los hombres, lo que pueden pagar, es decir, lo que el dinero puede comprar, eso son, poseedores del dinero mismo. Su fuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades del dinero son las cualidades de ellos y sus fuerzas esenciales. Lo que son y lo que no son, no están determinados en modo alguno por su auténtica individualidad”
Sorprendido por su aguda e interesante enunciación, aunque confusa para mí, le pregunto:
- “¿Quiere decir que incluso lo que sentimos, se determina por los bienes o el dinero?
Señalando a una elegante y bellísima doncella vestida de rojo carmesí quien camina de la mano de un risible rentista, me responde con una sonrisa burlona:
- “No son atractivos pero podrían comprar la más hermosa de las mujeres; por lo tanto, no son desagradables pues el efecto de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, es aniquilada por el dinero”
Ante la mirada de los demás compañeros de tertulia, me indica el lugar de gobierno donde personajes de pulcro vestuario y dudosa moral -en su opinión- entran y salen. Luego prosigue:
- “Según la individualidad, son impedidos; pero el dinero les procura miles de caminos luego no son unos incapacitados. Hay hombres malos, sin honor, sin conciencia y sin ingenio pero se honra al dinero que poseen, luego también ellos ‘’son” buenos, honorables, conscientes e ingeniosos a lo sumo”
Confirmo con mi cabeza, recordando la tierra lejana que un día dejé. Con mayor inquietud, le pregunto:
- Entonces, ¿cómo distinguir la valía de aquello que conocemos como dinero?
Arregla su bufanda de color gris mientras el grupo escucha en silencio a aquel personaje. Luego, nos observa, alza su cabeza ante todos, respira profundo y habla:
- El dinero es el bien supremo luego es bueno quien lo posee. El dinero evita, además, la molestia de ser deshonesto luego se presume que somos honestos. Sí, alguien es estúpido pero el dinero es el verdadero espíritu de todas las cosas. Entonces, ¿cómo podría carecer de ingenio aquel poseedor?
No sé qué responderle. Me veo como un total ignorante entre ellos. Los demás guardan un silencio casi ritual y aguardan con respeto su turno de intervenir. Pido permiso para preguntar una vez más:
- ¿Quiere decir que las virtudes, la capacidad propia y el trabajo, no garantizan plenamente un futuro excelente?
Mirándome fijamente a la vez que otro hombre vestido con un kimono negro me alcanza una taza con una bebida caliente, responde con sarcasmo:
- El dinero puede, por lo demás, comprarse gentes ingeniosas. ¿Y no es quien tiene poder sobre las personas inteligentes más talentoso que el mismo talentoso?
Con cierta desazón, le ruego que me enseñe cómo resistir tal fuerza para superar la crisis que vivo. Él observa a uno de los maestros que lo acompañan y por primera vez, le pregunta:
- ¿Es que no poseemos, todos los poderes humanos, sin que mediante el dinero podamos alcanzar todo lo que el corazón ansía?
Aquel compañero de tertulia, vestido de desierto, dirige su vista hacia mí y escribiendo en la tierra rojiza, nos dice:
- “Hagan y cumplan todo lo que dicen pero no los imiten ya que ellos enseñan pero no cumplen”
De inmediato, recuerdo aquella sentencia, reconozco a aquel personaje y a todos los que están allí con él. Es como si un velo hubiera caído de mis ojos y me siento feliz por compartir este momento con ellos.
El sol cae, llega la noche y con ella, el momento de volver a casa. Me despido de cada uno y ellos, a su vez, me expresan algunas palabras. El primero en hacerlo es Krishna, el dios pastoral de piel azul que toca magistralmente la flauta, quien me dice:

- El Señor Bhagavan te advierte que por lo que no deberías quejarte, te quejas, aunque con fino lenguaje te expresas. Recuerda que ni por los vivos ni por los muertos muestran los sabios algún desconcierto. Es tu responsabilidad decidir qué destino forjar”

Luego, Mahoma aún con su pecho abierto y la mirada puesta en la solitaria multitud que habita la ciudad, me habla con gran autoridad:

- Ellos son los que han comprado el error con la moneda de verdad; pero su comercio no les ha aprovechado. Se asemejan al que ha encendido fuego pues cuando sus llamas han difundido su claridad sobre los objetos que los rodean y cuan­do Allah lo quita de pronto, los deja en las tinieblas y no pueden ver.

Sorprendido por la severidad de sus palabras y sumido en una enigmática atención a todo lo que ocurre, permanezco en silencio. El hombre del kimono negro es Confucio, maestro de primavera y otoño que se dirige a mí con estas palabras:

“Sigue el Tao, recorre el Camino de los Sabios”

Tras sus pasos, Buda, tranquilo e impasible ante mi inquietud agobiante, se acerca y en voz apenas audible, me dice:

- Forastero, a través de tu concentración y sabiduría moral, domina tu ego, logra superar tu profunda ignorancia y renuncia a las ataduras terrenales que te hacen sufrir, incluso con lo que más amas”
Después, Sócrates acompañado de Platón y Aristóteles, me habla con su particular arte de alumbrar los espíritus:

- “¿Crees que no estamos unidos aunque con rasgos generalmente separados? ¿Piensas que hablamos distintas lenguas? ¿Pretendes decir que pensamos de forma superior a tu parecer? ¿Aún piensas que poseemos tu verdad?”

En medio de tanta extrañeza por lo que sucede, aquel personaje de negruzcos vestidos, se acerca hasta mí junto al último de los maestros que se hallan junto a la fuente. Son Marx y Jesús. Sonríen y charlan amenamente como viejos amigos e incluso intercambian algunos pergaminos dorados. Jesús se adelanta, toca mi hombro con su mano izquierda. No habla. Solamente me observa.

Con el rostro en tierra le digo:

- “Señor, envíe por medio de quien debe enviar. No soy mejor que mis padres. Permítame regresar a casa”

Él me dice:

- “Si alguien camina de día, no tropezará porque ve la luz del día. Pero quien transite de noche, caerá porque carece de luz”

Envueltos por una luz radiante en medio de la penumbra nocturnal, todos se alejan. Y aunque deseo estar por siempre entre ellos, sé que no es posible lo cual me hace llorar como un niño. Al final, sin emitir gesto alguno, dejan para mí -y para quien lo reciba, así lo dijeron- un último mensaje que trasciende las voces del tiempo y el espacio:

- “No volveremos a encontrarnos de la misma manera, pero cada uno de nosotros, a su tiempo, en su lugar, marchará siempre a tu lado como peregrino y amigo”