28 de diciembre de 2012

Al final dijo...


El silencioso anciano de blancos vestidos, recorre valles y cumbres con paso discreto, rumbo a la montaña bermeja donde aquel solitario guerrero pretende hallar la fuente de la eterna ventura. Transforma su rostro, sus brazos de fuego se extienden hasta el desértico abismo azul. Luego, sin espejismos, habla firme con apacible voz:

"Yo te responderé y no me preguntarás:

Hasta cuando se oiga la voz del estruendo
en la errante penumbra de la guerra sin fin

Hasta cuando tus soberbias miradas
contemplen lo excelso de tu propia humildad

Hasta cuando los pies ligeros de afán
caminen seguros por la ruta del bien

Hasta cuando domines tu frenética nave
en las profusas aguas de altamar

Hasta cuando desde lo hondo del corazón
inunden la tierra, las aguas del perdón

Hasta cuando se extienda tu bondad
sobre los otoñales jardines de olvido

Hasta cuando acalles tu oído afanoso
a la necedad dominante de victoria suprema

Hasta cuando el jinete de blanco corcel
afirme su estrado en la tierra de los vivientes

Hasta cuando aceptes con gozo
la bella melodía de tu eterna humanidad

Hasta cuando cesen los ruidos del vano metal
en las mesas colmadas de sed y ansiedad

Hasta cuando en el sagrado altar de la alianza
ofrendes tus añejos blasones orlados de miedo

Hasta cuando regrese a los campos la infancia dorada
y se deponga el alma guerrera teñida de rojo

Hasta cuando veas al anciano de días, sabio y silente,
recibir tus pasos cansados, ¡extranjero de medianoche!"


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