“Éstas son cuestiones tan complejas, cuestiones que en general se prefiere evitar (comprendo también este punto de vista, hasta lo comprendo mejor que el mío) pero a las que yo he dedicado toda mi existencia”.
Estanislao Zuleta
Contrario a lo que pudiera plantear el concepto de permanencia, al volver la vista respecto de nuestro pasado, se nota que algo (o quizá todo) ha cambiado.
Criterios entrelazados, objetivos ventajosamente
inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes o certidumbres
anquilosadas, desaparecen ante los nuevos riesgos (que no son seguros pero sí
son benéficos) y las grandes enseñanzas que deja el haber comprendido que las
carencias en las relaciones humanas inquietantes, perdibles y rodeadas de
idilios sin mañana, estimulan la capacidad de luchar para obligarse a renovar
del mundo interior.
Todas las concepciones hedonistas con sus ilusas
satisfacciones, se transforman por una filosofía llena de incógnitas, de
preguntas abiertas y de enormes cuestionamientos acerca del valor de lo fácil y
lo cómodo que muestran la incapacidad propia de dar cuenta de todo y que
descubren la intención de buscar el poder a través de intereses compensatorios
que engañosamente conducen a la idealización del fin, de la meta y al terror
que producen los medios que procurarán su conquista.
Tal vez muchas personas, a raíz de sus conflictos,
creerán que se hallan en el grave peligro de dejar de creer. Se podría
considerar que el verdadero peligro radica en llegar a creer que la realidad no es como
es. Por tanto, no debería preocupar que llegara a no existir sino que lo que
tendría que temerse es que realmente fuera así como a veces se muestra desde
diversos contextos .
Una eternidad plena de seguridades, una isla de dicha con sinfín de deseos y sin desafíos o probablemente, un reino de soluciones
definitivas y armónica reconciliación total que sólo llega a convertirse en un
círculo de mentiras eternas, facilidades vacías y carentes de la búsqueda de
superación acompañadas del miedo a morir a nuestra infinitud de deseos mal
concebidos porque amamos todo aquello que nos evita la angustiosa experiencia
de las razones que se basan en la realidad, un punto que el entendimiento
construye en la eternidad.
“No tenemos, por lo tanto, la menor posibilidad de
elegir entre idealización y no idealización; pero podemos establecer una
tipología de la idealización, de sus diversos grados de fijación, de sus
combinaciones con el desengaño y de los mecanismos de su funcionamiento en el
amor, en el pensamiento y la acción”.
Estanislao Zuleta.
En cuanto a las relaciones humanas, a
veces denominadas “por amor” y convertidas en una necesidad irritante con todas
sus variadas motivaciones, no implican ejercicios de presión que traten de
terminar lo que jamás empezó ni mucho menos insistir en algo que nunca ha
existido pero se hace imprescindible vivir la doctrina que combina el
entusiasmo, el respeto, la crítica, la muerte, el amor verdadero, la reciprocidad y la
aceptación en un punto donde dichos principios adquieren vigencia y cuya
aplicación consecuente no determina ni condiciona ninguna relación con halagos
o promesas de tentadores privilegios que generalmente culminan en una
desidealización de seres y decorados meramente comunes que al final del
camino nos debe conducir a creer y confiar, más allá de todo, incluso de
sí mismo.
Esto debería ser más que un compromiso o una
idealización de la vida personal o colectiva. Entonces, si una
palabra, una acción, una sensación o una emoción, llegan a nuestra mente para herirnos, tendremos que
aprender a estar seguros de que es preciso herir algo en
nosotros hasta que muera.
Y es en esta secuencia de la vida donde se aprecia
que frecuentemente nos disponemos para muchas virtudes con ciertos entornos y
personas porque “así lo pide un ser superior", según la cultura. Pero llega un momento en que es preciso
escoger entre esa disposición y la fidelidad a una ley bien clara de ése Ser. Y es
ahí (y sólo ahí) donde se verá si se actuaba o no porque “así lo pide en su voluntad, ése Dios”.
“Al ser la búsqueda de la felicidad en el amor tan
vieja como nueva, también lo es complicada pero sencilla; es complicada porque
tiene que ver con personas y nada nos desconcierta más a nosotros, que nosotros
mismos".
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