4 de diciembre de 2012

Del ideal del Amor y su realidad




“Éstas son cuestiones tan complejas, cuestiones que en general se prefiere evitar (comprendo también este punto de vista, hasta lo comprendo mejor que el mío) pero a las que yo he dedicado toda mi existencia”. 

Estanislao Zuleta


Contrario a lo que pudiera plantear el concepto de permanencia, al volver la vista respecto de nuestro pasado, se nota que algo (o quizá todo) ha cambiado.

 


Criterios entrelazados, objetivos ventajosamente inalcanzables, paraísos afortunadamente inexistentes o certidumbres anquilosadas, desaparecen ante los nuevos riesgos (que no son seguros pero sí son benéficos) y las grandes enseñanzas que deja el haber comprendido que las carencias en las relaciones humanas inquietantes, perdibles y rodeadas de idilios sin mañana, estimulan la capacidad de luchar para obligarse a renovar del mundo interior.

 


Todas las concepciones hedonistas con sus ilusas satisfacciones, se transforman por una filosofía llena de incógnitas, de preguntas abiertas y de enormes cuestionamientos acerca del valor de lo fácil y lo cómodo que muestran la incapacidad propia de dar cuenta de todo y que descubren la intención de buscar el poder a través de intereses compensatorios que engañosamente conducen a la idealización del fin, de la meta y al terror que producen los medios que procurarán su conquista.

 
Tal vez muchas personas, a raíz de sus conflictos, creerán que se hallan en el grave peligro de dejar de creer. Se podría considerar que el verdadero peligro radica en llegar a creer que la realidad no es como es. Por tanto, no debería preocupar que llegara a no existir sino que lo que tendría que temerse es que realmente fuera así como a veces se muestra desde diversos contextos . 



Una eternidad plena de seguridades, una isla de dicha con sinfín de deseos y sin desafíos o probablemente, un reino de soluciones definitivas y armónica reconciliación total que sólo llega a convertirse en un círculo de mentiras eternas, facilidades vacías y carentes de la búsqueda de superación acompañadas del miedo a morir a nuestra infinitud de deseos mal concebidos porque amamos todo aquello que nos evita la angustiosa experiencia de las razones que se basan en la realidad, un punto que el entendimiento construye en la eternidad.


“No tenemos, por lo tanto, la menor posibilidad de elegir entre idealización y no idealización; pero podemos establecer una tipología de la idealización, de sus diversos grados de fijación, de sus combinaciones con el desengaño y de los mecanismos de su funcionamiento en el amor, en el pensamiento y la acción”.

Estanislao Zuleta.


En cuanto a las relaciones humanas, a veces denominadas “por amor” y convertidas en una necesidad irritante con todas sus variadas motivaciones, no implican ejercicios de presión que traten de terminar lo que jamás empezó ni mucho menos insistir en algo que nunca ha existido pero se hace imprescindible vivir la doctrina que combina el entusiasmo, el respeto, la crítica, la muerte, el amor verdadero, la reciprocidad y la aceptación en un punto donde dichos principios adquieren vigencia y cuya aplicación consecuente no determina ni condiciona ninguna relación con halagos o promesas de tentadores privilegios que generalmente culminan en una desidealización de seres y decorados meramente comunes que al final del camino nos debe conducir a creer y confiar, más allá de todo, incluso de sí mismo.

Esto debería ser más que un compromiso o una idealización de la vida personal o colectiva. Entonces, si una palabra, una acción, una sensación o una emoción, llegan a nuestra mente para herirnos, tendremos que aprender a estar seguros de que es preciso herir algo en nosotros hasta que muera.

Y es en esta secuencia de la vida donde se aprecia que frecuentemente nos disponemos para muchas virtudes con ciertos entornos y personas porque “así lo pide un ser superior", según la cultura. Pero llega un momento en que es preciso escoger entre esa disposición y la fidelidad a una ley bien clara de ése Ser. Y es ahí (y sólo ahí) donde se verá si se actuaba o no porque “así lo pide en su voluntad, ése Dios”.

“Al ser la búsqueda de la felicidad en el amor tan vieja como nueva, también lo es complicada pero sencilla; es complicada porque tiene que ver con personas y nada nos desconcierta más a nosotros, que nosotros mismos".





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