11 de diciembre de 2012

Tras el signo de Kanbei




Entre agudos sonidos de trompeta, oscuros murmullos de batalla y dorados cantos de doncellas, el valiente heredero de la guerra sin nombre, coronado de infortunios y pleno de esperanzas, afirma la mirada de su trémula voz. Y sus palabras errantes, cuales aves de otoño, se elevan ante la majestuosidad de la rojiza colina de oriente…


¿Hasta cuándo dejará de esperarse
El arribo del atalaya de paz?

¿Hasta cuándo veré en esplendor, 
La majestad de mi extraña utopía?

¿Hasta cuándo las manos inquisidoras, 
Ejecutarán su infame legado?

¿Hasta cuándo los fuertes vientos, 
Desolarán mi barca azotada?

¿Hasta cuándo la amarga apatía, 
Avivará las brasas de la injusticia?

¿Hasta cuándo la piedra indolente, 
Golpeará la suave azucena?

¿Hasta cuándo dejarás que tu solemne silencio, 
Agobie hasta el fin mi frágil esperanza?

¿Hasta cuándo deambulará acechante 
La infame crueldad por campos y villas?

¿Hasta cuándo dejaré al cuidado del ocaso
La absurda creencia de comprender mis derrotas?

¿Hasta cuándo entenderá el terrenal 
Que su mayor tesoro reposa en otro lugar? 

¿Hasta cuándo lucharé cual valiente samurái 
Contra el vestigio de mis perpetuas derrotas?

¿Hasta cuándo el látigo del verdugo, 
Castigará la dulce inocencia?

¿Hasta cuándo aquella palabra ausente 
Arribará a mi puerta desierta?



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