
Imagen tomada de http://colectivo-ila.blogspot.com/2012/03/colombia-una-guerra-contra-ninos.html#!/2012/03/colombia-una-guerra-contra-ninos.html
De acuerdo al informe,
el 40 por ciento de los integrantes de los principales grupos guerrilleros son
niños, que al contrario de lo que se piensa, no son vinculados voluntariamente a
dichos movimientos sino que por presiones tanto internas como externas o amenazas de muerte, terminan militando en sus
filas, aún cuando morfológica o fisiológicamente, no están mínimamente aptos
para tareas propias de la insurgencia armada.
Las razones por
las cuales esta absurda realidad se hace manifiesta ante los ojos de la opinión
pública, son más amplias de lo que se ha creído hasta ahora. El conflicto
armado que vivimos desde hace décadas sólo es el efecto detonante de factores
socioeconómicos, culturales, educativos y familiares que permiten que fenómenos
como éstos se fortalezcan cada vez con la mirada pasiva de quienes podrían hacer
algo a favor de estos menores.
La pobreza
extrema, la desigualdad social evidente en el país, la creciente violencia al
interior de los hogares, donde los niños sufren los mayores daños físicos y
morales, las escasas posibilidades de acceso a educación de calidad así como el
desempleo que afecta a sus progenitores, lo cual, indirectamente los lanza en
la búsqueda de oportunidades laborales a fin de obtener dinero para su
subsistencia, son algunos factores que facilitan la inserción de los niños en
la guerra.
De esta manera,
estos dieciocho mil niños, según los datos del informe presentado por Springer, son
partícipes activos del conflicto desde temprana edad y unos cien mil más son
colaboradores de las bandas criminales emergentes surgidas desde los
movimientos narcoparamilitares. Cifras de por sí alarmantes en su sola
expresión.
Rostros impregnados
de dolor, resignación ante el incierto presente con la muerte rondando cada
minuto, manos infantiles que en vez de construir figuras de ciencia ficción,
naves espaciales o grandes metrópolis con los inolvidables armatodo de años
pasados, empuñan armas de fuego que, generalmente, los exceden en tamaño y
fuerza, con el único fin de luchar por sobrevivir en las selvas del país.
También son destinados
a realizar labores domésticas, especialmente las niñas, antes de alistarse en
los combates, otras son usadas como objetos sexuales con la consecuente
degradación de su dignidad humana e incluso, son entregados como señuelos en áreas
urbanas o zonas de guerra.
Mirar de lejos las
magnitudes de la real situación que viven los menores de edad involucrados en
cualquier grupo criminal, no ha sido la mejor decisión. Los programas de reinserción
han fallado en la atención integral a los niños, el sistema educativo
centralizado en las grandes ciudades, los ha dejado al abandono y la poca aceptación
por parte de su entorno, son obstáculos aún insalvables para ellos.
Compromisos
estatales más allá de las conferencias de prensa, proyectos sociales cercanos a
quienes más los necesitan y profunda conciencia por parte de los padres en
cuanto a la formación de sus hijos, son algunos aportes que permiten cimentar
el futuro de los niños colombianos que entre juguetes y crayones, buscan en lo
oculto de sus corazones, esos mundos increados que desean ver la luz.
Numerosas
historias de vida, se han truncado porque muchos protagonistas de voz infantil
y mirada inocente, murieron bajo el fuego de las armas así como muchos más cayeron
en el olvido y la indolencia de una sociedad que aun no ha aprendido a sanar sus
dolores o curar las heridas de sus futuras generaciones ni mucho menos a forjar
un mejor futuro para evitar que historias como las narradas por muchos de estos
niños, vuelvan a repetirse como el siniestro final de una anunciada tragedia gótica.
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