5 de agosto de 2012

Héroes impensados




Gran emoción en el público colombiano produjeron las imágenes de los deportistas que alcanzaron (hasta ahora) subir al podio en los Juegos Olímpicos de Londres. Inolvidables momentos que perdurarán en la memoria histórica como recuerdo de los logros alcanzados, aun cuando se desconocen los diversos caminos transitados años atrás en búsqueda de la gloria olímpica.

Y es que a estos tres deportistas los une algo más que una bandera o su pasión por el deporte competitivo. Sus inicios fueron tan parecidos como limitados y sus historias de vida, ejemplo de la realidad que se repite en miles de hogares colombianos.


La violencia armada que vive el país, las penurias económicas o la muerte misma como ejemplo de intolerancia, bien pudieron dejar en el olvido a estos ilustres colombianos de hoy pues nunca sus nombres, rostros y hazañas, hubieran cobrado vigencia para la posteridad.


Yuri Alvear, Óscar Figueroa y Rigoberto Urán, asumieron lo que en principio debió ser una tragedia, para empezar desde sus humildes casas de barrio popular, a construir una historia entregada al deporte y la superación existencial en procura de un mañana mejor para sí mismos y sus familias.


Sus historias, narradas por ellos mismos entre lágrimas de felicidad y nostalgia, despiertan sentimientos de exaltación hacia su cosecha olímpica, labrada en las calles de sus pueblos, donde el amor fraternal, la disciplina constante y la seguridad manifiesta, marcaron su rumbo con la firme convicción de dar lo mejor en cada pedalazo, cada levantamiento o cada desafío en el tatami.


Quizá las complejas condiciones sociales, económicas y políticas que se evidencian en la Colombia contemporánea, hayan incidido en que historias similares no se repitan a éstos y otros niveles como los culturales o académicos. Lamentablemente, aún nuestra sociedad prefiere sacrificar a sus mejores valores por mantener estructuras insostenibles que en nada benefician el desarrollo social del que tanto se habla en eventos proselitistas pero que al momento de aplicarse, sólo quedan como buenos deseos jamás cumplidos.


Sin embargo, aquellos que vienen tras estos héroes que exhibieron los colores de la patria en el podio olímpico, tienen como referencia sus experiencias personales como inspiración para escribir su propia historia desde los más ignorados lugares que en sus entrañas, guardan un extenso remanente que espera la oportunidad precisa para ir más allá de sus propias expectativas.


Y más allá de las cámaras, los micrófonos y los reconocimientos públicos, la admiración hacia ellos trasciende el logro deportivo. Su deseo de no ceder al facilismo de la violencia y el odio, algo bastante complejo en la actualidad, constituye la mejor recompensa y el mayor de sus méritos personales.


En la lejana Londres, tres colombianos han coronado el camino de sus aspiraciones deportivas a pesar de los infortunios vividos. Pero también como en la Suburbia de los Pet Shop Boys, allí en la distancia, recordaron toda esa interminable lista de sueños, quizá ocultos tras la mirada de unos niños transformados hoy en héroes pues afortunadamente hicieron posible lo que parecía una quimera.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario