Imagen tomada de http://i.dailymail.co.uk/
A pesar del
acentuado pesimismo, característica propia en la idiosincrasia de los británicos,
las palabras de Coe, campeón de atletismo en Moscú 1.980 y Los Ángeles 1.984,
confirman el éxito de las justas que durante diecisiete días eclipsaron otras
realidades que circundan la cotidianidad de los pueblos.
Unido para un propósito
común, el pueblo británico hizo gala de sus riquezas y valores dispuestos a lograr
tal fin, dejando de lado incluso diferencias culturales y religiosas entre
ellos. Todos los esfuerzos encaminados a construir unas justas inolvidables que
desde su cinematográfica apertura continuó con la actuación de cada
participante hasta su emotivo final musical de hace algunas horas, evidencian
que se pueden realizar grandes proyectos, más allá de las limitantes, los imprevistos
o más allá de nosotros mismos.
Así como su
extensa historia inspiró a los británicos, como en su día ocurrió con los
griegos o hace veinte años con los españoles que en Barcelona unieron fuerzas y
recursos para cumplir la cita olímpica, quizá ese es el mayor legado que nos
deja este magno evento, sin olvidar el magnífico resultado a nivel competitivo
obtenido por los deportistas que representaron a nuestro país.
Colombia, certificó
en Londres 2.012 la mejor actuación en toda su historia olímpica que data desde
1.932. Y tal objetivo se logró merced a esfuerzos de las familias de los
atletas, recursos privados y algunas entidades públicas que desde el inicio hicieron
su aporte tanto material como anímico, algo tan esencial como benéfico.
Nuestra nación,
abundante en dialectos, ideologías y múltiples expresiones culturales, ha
estado ávida de mejorar en otros niveles de su estructura como país, de su
gente e incluso de sus propias percepciones. Irónicamente, la unión de
voluntades, virtud que produjo el éxito deportivo en las justas británicas, es
lo que más ha faltado en otras facetas que también lo han requerido desde hace
mucho tiempo. Ejemplos de ello, llenarían cientos de páginas y horas de
conversación.
Si tan sólo
comprendiéramos que las diferencias que nos distinguen, son precisamente los
valores que requerimos para desarrollarnos, otro sería el panorama que tendríamos
en el presente. No es cuestión de pertenecer a algún extremo político, religioso,
racial o socioeconómico, sino que con una visión más amplia de lo que realmente
somos, podamos estar de acuerdo en lo fundamental para cual pincel multicolor,
decoremos lo que serán las bases de un futuro que quizá muchos no veamos.
Propósitos tan
nobles como inexplorados como el no dejar en el olvido a nuestros mayores, impulsar
nuevos conocimientos en los jóvenes, no descuidar la educación y la
alimentación de los niños o promover el talento que a través de melodías,
imágenes o letras, descubran la profundidad de las almas colombianas, son
algunos de esos motivos de unidad que tanto necesitamos para crecer.
Cuando este
momento histórico pase y ya nuestra hora de partir esté cercana, quizá a lo
lejos contemplemos, cuán valioso fue lo que individualmente contribuimos por un
bien común, pues al igual que nuestros 104 atletas colombianos en la
competencia olímpica de este año, nuestra vida entera, cual acto poético, se habrá justificado así
sea sólo por un segundo, como bien lo expresa la historiadora Diana
Uribe Forero en sus fascinantes
crónicas sobre la historia del mundo.
Un capítulo más
se cierra en la historia de la humanidad. Nostalgias, recuerdos, añoranzas,
risas y llanto permanecerán por siempre en la memoria. Vendrán otros protagonistas
con renovados desafíos y diferentes expectativas. Ojalá al volver la vista
atrás, como Sebastian Coe en su discurso de despedida en este verano de 2.012, podamos retomar
sus palabras y decir: "Lo hicimos bien".
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