30 de octubre de 2012

At the sunset



You end my darkness
You began my heaven
You saved my treasure
You gave me to the Queen

You see my actions
You don’t forget my walking 
You touch my hands
You hold my heart

You know my soul 
I learned the anguish
You healed my sorrow
You have judged with the true
You teach me myself my own mistakes

Now, I recognize my sin
I haven’t excuse in front of you
Though, my hope is true
My faith is as small as eternal
And my peace is gloryland
With the alone star

I pray for her life
I dream with my home
In my silent

I talk across the wind
And between lights and shadows,
My voice whisper in his throne:
¡¡Listen me, help me and
Forgive me, Great Lord of the Mountain!!



26 de octubre de 2012

Una guerra que nadie nota



(Escrito el 20 de Octubre de 2007)

Todo conflicto armado que se presenta en el mundo, reúne varios aspectos que giran en torno a él, incluso desde antes y después de su funesto desarrollo. Los intereses directos creados por los actores del conflicto priman en este punto con toda fuerza y sin importar las afectaciones a las que hubiere lugar pues se defienden dichos objetivos o “derechos” muy concretos que justifican la principal causa de un enfrentamiento con el oponente.

A través de las décadas en nuestro mundo contemporáneo, han ocurrido diferentes tipos de guerras en distintos lugares, con protagonistas dispares, con armamento sofisticado que se utiliza en las formas de lucha, diversas aunque discutibles y, por sobre todo, con resultados siempre catastróficos. Pero en todo este largo historial de sangre y fuego, existen dos factores que son comunes a la guerra y que, directa o indirectamente, han permanecido ahí, a  la sombra, beneficiados o perjudicados pero siempre presentes.

Uno de esos aspectos son las víctimas del conflicto bélico. Millones de seres sufren en todo momento  los estragos de la guerra sin que puedan evitar los ataques y la violencia con la cual se viste tal hecho. Ejemplos del pasado como Hiroshima, Nagasaki, Hanoi en Vietnam, el Medio Oriente, repúblicas africanas, El Salvador, Nicaragua y, por supuesto, Colombia, reflejan esta afirmación sin tener que hacer mucho esfuerzo para imaginar la magnitud de dichas tragedias, sorprendentemente ignoradas por la mayoría de los habitantes del planeta, gracias al pensamiento mercantilista de los grandes medios masivos de comunicación.

Y aunque aquellos medios obvien las verdades de fondo, son ellos quienes, con intención o sin ella, aportan el otro factor que se considerará más ampliamente en este ensayo. Son los corresponsales de guerra.

Un grupo pequeño de personas dedicadas a cubrir los detalles y eventos de alguna confrontación bélica que se presente en el mundo “moderno” sin dejar pasar, en lo posible, las verdades ocultas tras la escena armada, no obstante que para ellos, lo que está en juego no es el dinero o el prestigio de su carrera periodística sino que es la vida misma la que se expone a cada instante. 

Estos enviados también viven su propia guerra. Aparte de luchar por obtener información valiosa y útil o de subsistir en medio del fuego cruzado y de las hostilidades propias de estos acontecimientos, el periodista de guerra enfrenta sus propios retos y para tal fin debe asumir un rol protagónico pero discreto durante su tiempo de trabajo en una determinada zona; debe ir, investigar, indagar y descubrir a través de mecanismos muy sagaces, la verdad que unos guardan y otros celosamente vigilan. En el lenguaje periodístico se conocen como las fuentes de información.

Se puede definir como una fuente de información a aquellas personas o entidades que conservan y manejan cierto tipo de datos acerca de un tema o hecho específico y que tienen la facultad de darlo a conocer a la opinión pública a través de los medios. En las confrontaciones armadas son de un alto valor periodístico pero con un discutible valor moral y ético pues depende de quién emita el concepto o la información y de la trinchera ideológica desde la cual resguarde su pensamiento. El mayor inconveniente a encontrar en las diversas fuentes es tener certeza de su veracidad e intención al dar una declaración. 


En ocasiones puede suceder que el reportero es utilizado por uno de los oponentes como medio de reacción al bando contrario brindándole información negativa de ellos y colocando como suyas palabras que en nada se relacionan con la verdad. Una buena intención con una pésima interpretación puede resultar fatal en un proceso armamentístico y sus efectos serán muy perjudiciales para los que están dentro y fuera del conflicto.


Cada uno de los protagonistas del enfrentamiento armado, es una fuente en potencia. Sus representantes, sus posturas ideológicas, sus formas de expresión además de sus metodologías de guerra, muestran al espectador, por medio del corresponsal de guerra, un lado del conflicto, una cara de su “realidad”. 

Pero, ¿necesariamente allí se encuentra toda la verdad? ¿No habría una posibilidad de que tras el velo de la retórica o la represión, se escondan las verdaderas intenciones por las cuales se genera un hecho que, en resumen, sólo deja grandes pérdidas, miles (o quizá millones) de muertos con la consecuente destrucción y atraso evidente en las naciones? 

Por tanto, el corresponsal de guerra asume el papel de actor externo del conflicto pero en una posición tan arriesgada y peligrosa como la de los principales. Enfrenta las posturas de los dos lados y con su habilidad, pericia, equilibrio racional y social debe hallar esa parte verosímil que en ciertas ocasiones puede ser tan distinta a la de los mismos participantes de la guerra, que sorprendería ver cómo fabrican escenarios de guerra donde ambos convergen en propósitos, que muchas veces son comunes a ellos, y que nada tienen que ver con las posturas nacionalistas y de percepción que darían pie para iniciar un enfrentamiento armado. 

De modo que con todas las limitantes del medio en el que se encuentra, necesita zafarse de la supuesta objetividad informativa y enfilarse en la dura tarea de utilizar, en el sentido literal de la palabra, a sus diferentes fuentes de información a las que  pueda tener acceso; y con base en los datos recopilados, hacer un análisis desapasionado y sin ninguna clase de intereses creados (aunque esto sea difícil) para confrontar lo expresado por las fuentes con lo visto en el campo de batalla, que ahora pasa a ser su campo en el cual se forma una opinión que transformada en palabras escritas, habladas o procesadas a través de la lente de la cámara de video, intente mostrar la otra faceta de los sucesos dantescos que acontecen en el diario vivir de la guerra sin olvidar que su objetividad siempre será subjetiva.

De la misma manera que el periodista halla diversos elementos adversos en su búsqueda de la información durante el proceso bélico, así también se ve obligado a enfrentar a sus superiores que, a la distancia, pretenden influir en la información de sus enviados pues tal es su concepto o es la imposición de los propietarios del gran medio. Es absoluta responsabilidad del periodista ejercer autonomía y defender sus espacios de libre expresión en aras de salvar la nobleza del oficio y el estatus de profesión del mismo. Porque si esto no es así, ¿a quién se podría creer? ¿Dónde se ubicaría la veracidad en medio de tantas falacias?

En consecuencia, el corresponsal de guerra necesita de sus fuentes como el día de la luz. No existen periodistas omnipotentes que manejan textos, contextos y conceptos en su sola potestad. Aquellos que tienen la información, que tienen acceso a los datos, al dinero y, por ende, al poder, son el objetivo primario de su visión periodística en procura de captar la realidad más cercana y con esos fundamentos emitir, desde su punto de vista, una afirmación, una denuncia o una noticia.

En conflictos armados como los ocurridos en Centroamérica o Colombia, se puede apreciar que la responsabilidad de los medios ha sido fundamental en el desarrollo de los acontecimientos de guerra. 

Por ejemplo, se pudiera mencionar cómo los medios fueron determinantes en la década de los ochenta en El Salvador cuando emitían domingo a domingo las homilías de Monseñor Oscar Arnulfo Romero en contra del régimen militar imperante en ese momento. 

Tales declaraciones valerosas y desafiantes del purpurado le llevaron a la muerte en Marzo de 1.980 y con ello, el desencadenamiento de una sangrienta guerra civil que se extendió por más de una década en todo el país pero que llevó al pueblo salvadoreño a actuar decididamente, aunque indefenso, en la batalla contra la crueldad. Y junto a esos luchadores anónimos, los periodistas que lograron subsistir, mostraron a la faz del mundo las verdaderas situaciones que se vivían al interior de la nación, en un claro reto a los grandes potentados que ostentaban el mando , merced a las armas y la intimidación.

Y en conflictos más prolongados como el de Colombia, que supera los cuarenta años, los pocos cronistas de guerra actuales como Jorge Enrique Botero o el profesor Lázaro Viveros, ejercen gran influencia en medio del conflicto entre los insurgentes de la izquierda o de la extrema derecha y el Estado colombiano. Últimamente, informaciones como la de Emanuel, el hijo de Clara Rojas, compañera de fórmula presidencial de Ingrid Betancourt en el año 2.002, nacido en cautiverio y revelada por Botero en un libro de su autoría o la primicia mundial de la muerte de los once diputados del Valle del Cauca divulgada por las FARC en su página de Internet y confirmada por el profesor Viveros, reflejan la capacidad de profundización de los medios en temas relacionados con los actores armados.

Son escasos los buenos corresponsales o periodistas de guerra que actualmente existen. Tal vez, la manipulación de los medios, el efecto mediático de los mismos o la apatía de los periodistas hacia esta rama informativa por su riesgo e incomodidad manifiesta, hacen que aún las guerras del siglo XXI sean sólo espectáculos televisivos, de prensa o de Internet por los cuales desfilan cada uno de los protagonistas de la guerra cuales vendedores de primera línea que ofrecen las bondades de sus propuestas e ideologías con alto menosprecio de las del contrario solamente porque no son acordes con las de ellos y, de paso, justificar las atrocidades con frases de cajón que muestran la degradación del ser humano (no de la guerra, que en sí es un acto inhumano y degradante)

Por esto, el escritor, el locutor, el reportero o cualquier persona vinculada a los medios masivos de comunicación, tiene la imperiosa necesidad de alimentarse de sus fuentes pero nunca colocarse de un lado o de otro. No debe involucrarse sentimental, laboral o ideológicamente con ellas ni colocarse en el extremo opuesto debido a diferencias de criterios; eso sí debe mantener sumo respeto por cada persona o institución así sus ideales no se compartan en su esencia y en su forma. 

La imparcialidad como bandera del periodista debe ser efectiva y no ficticia pues siempre estará expuesto a que la realidad salga a flote en algún momento inesperado por medio de un colega, de la audiencia o de las mismas fuentes lo cual dejaría sin piso la credibilidad del profesional de los medios.

Ante todo, su prioridad es el lector, la radio audiencia o el televidente y es a ellos a quienes debe dirigirse sin prepotencia ni ínfulas de sabelotodo sino con la mira puesta en sacar el mejor provecho a los contactos que ha establecido en función de su labor, que es revelar la verdad.

La esencia de nuestra misión consiste en hablar cuando otros callan, callar cuando muchos hablan, retarnos a nosotros mismos con la conciencia de la responsabilidad ante el entorno social y, de ahí, partir a espacios y lugares donde muchos rehusaron ir.

19 de octubre de 2012

Siento...



Novecientas catorce estaciones he recorrido en este nebuloso trayecto que ha marcado mi ruta desde esa lluviosa tarde cuando el incesante reloj marcaba el último segundo de aquella vida que como agua entre las manos, se disipó para siempre.

Hoy, vuelo en las alas del recuerdo, de la nostalgia, quizá visto como un sutil niño en su escondite caprichoso con el deseo de hallar en su interior, ese refugio de antaño, transformado ahora en una inmensa cueva inhabitada que amplifica las voces del dolor estruendoso pero sanador.

Mi Ángel en sueños de paz, mi refugio en soledad: Tu rostro de sol en noches de penumbra disipa mis dudas, consuela mi alma y en tu regazo, respiro el fragante aroma de tu nueva morada, un hogar de quietud que guardará tu inmortal eternidad.

Madre, sé qué también estuviste ahí. 


14 de octubre de 2012

Desde la trinchera, mi recuerdo.


Desde mi trinchera, con líneas rodeadas de silencio, esperanza y soledad, recuerdo a esas personas que amaron antes y dedicaron tiempo para dar a otros lo mejor de sí. Este fugaz recorrido por la iconografía de la película “Che El Argentino” no pretende afirmar conceptos políticos ni ideológicos; tampoco busca demostrar elocuencia autoral.

Quizá, cuando haya considerado saber algo, aún no habré sabido nada como debo saberlo. Aún así, quiero dejar como una opinión persona, significante de esta etapa vivida, que ninguna figura por famoso, inteligente, poderoso o atractivo que aparente ser, es mejor que cualquiera de sus semejantes.

No existe diferencia alguna entre un obrero colombiano, un monje hindú o un aristócrata inglés en su concepción y expresión como seres humanos. Sea Rosa Parks, el Che Guevara o el más anónimo de los pobladores del mundo, cada uno puede (y debe) dejar huella como registro de su ser, de sus percepciones, pensamientos, emociones y acciones que contribuyan al mejoramiento de la vida personal y del mundo mismo.

El resultado del filme “Che el Argentino” va más allá de contar una historia que se debate entre amores y odios. Steven Soderbergh no pretende hacer apología a la violencia irracional o a la guerra entre naciones hermanas sino que en el fondo representa al hombre tras el mito, al inspirador de nuevas formas artísticas y al revolucionario que apuesta por el amor.

Además, trata de recrear el antiquísimo sueño del hombre por superar sus propios límites a todo nivel y nos enseña a descubrir lo que fuimos para entender lo que ahora somos (así sea difícil de creer). Es bueno conocer nuestras raíces y no negarlas en una carrera a contratiempo a la hora de llegar a ser lo que queremos ser.

Quién no ha soñado ver su imagen reconocida en los cinco continentes, su nombre aclamado por multitudes e inscrito con letras de oro en los memoriales a los cuales sólo acceden los “héroes” que han construido la historia paso a paso. Ese es un buen deseo, sin duda.

Pero al ser esa búsqueda de la inmortalidad tan nueva como antigua, se vuelve complicada pero sencilla ya que tiene que tiene que ver con seres humanos y nada nos desconcierta más a nosotros que nosotros mismos. La inquietud para quien lee (y por supuesto, para quien escribe) es: ¿De qué forma vale la pena hacerlo?

Para ello, se precisa aprender que las contradicciones también confirman. Se requiere comprender y aceptar que siempre costará demasiado perder la seguridad que se tiene cuando se está de acuerdo con los demás. Porque cuando alguien es llamado a destruir para edificar, debe discutir, luchar, argumentar contra los otros, y tal vez contra sí mismo, hasta el punto de verse despojado de todo y considerarse como menos que nada.

En estos tiempos, desafiar la propia naturaleza cambiando seguridades y certezas de años por nuevos riesgos e incertidumbres, es misión que pocos aceptan. Pero sólo así se escribe la historia.

12 de octubre de 2012

Desde la trinchera, una decisión


“¿Por qué,
Si el amor es amor,
Y lo es desde siempre,
Yo debo cambiar?
¿Por qué,
Si son ya tantas cosas
Que vamos cambiando
No cambia el amor?

(Nicola di Bari).

Los artistas de la vida, llenos de contrastes y amplias perspectivas sobre el porvenir, fundamentan sus versos, sus trazos, escritos o filmes en una experiencia tan divina como humana: El Amor. Este es el tercer factor que encuentro al recorrer las imágenes de esta producción. Así lo expresa en uno de sus diálogos el actor Benicio del Toro quien interpreta al médico argentino: “Y aunque les pueda parecer ridículo, un revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor: Amor a la humanidad, amor a la justicia y a la verdad”.

El Amor, no se puede definir como un sencillo sentimiento placentero de ocasión pues su impronta exige mucho más que eso. Actuar por amor a unos principios y valores, por sí mismo, por un pueblo o también, por otro ser humano, supone una decisión que trasciende los límites de lo urgente o lo conveniente. No se describe a fondo en esta película una historia de amor propiamente dicha entre Ernesto Guevara y su último gran amor, Aleida March, apasionada por él y atraída por la revolución.

A pesar de esto, en el filme se percibe la pasión profunda que sobrepasa las contrariedades del diario vivir. Por tal razón, no se renuncia a aquello que se ama. Y ésta decisión es digna de admirar sin importar quién lo haga o qué recompensa obtenga al final del camino. En nuestra sociedad posmoderna, la nobleza de esta virtud se ve desplazada por los intereses mezquinos y degradantes hacia los menos favorecidos. Intereses potenciados por el afán mercantilista de los poseedores de una riqueza que no les pertenece.

En consecuencia, el legado del Che Guevara a las nuevas generaciones que se oponen al inaceptable sistema de discriminación e indiferencia social, racial o económica, puede tomarse desde el punto de vista filosófico no violento, como un aporte a crear una mentalidad latinoamericana renovada, consciente de su compromiso con el rescate del valor humano para alcanzar, de algún modo, la verdadera grandeza y por qué no, el reconocimiento de los demás. Sin embargo, no se pueden desconocer los lamentables errores cometidos en la aventura por forjar un mundo mejor.

Cada ser humano debe asumir la propia responsabilidad moral, ética y práctica para tratar de restituir hoy los perjuicios causados a las personas o sociedades en tiempos ya idos. “La verdad se escribe a sí misma” escribió el poeta Walt Whitman. Por tanto será el juicio del tiempo el que premie o condene las  palabras o los actos realizados en nombre de la verdad y la justicia.

Es poco probable que los hechos pretéritos vuelvan a repetirse a sí mismos porque los instantes que conforman la cadena de la eternidad, son únicos e irrepetibles como aquellos que los viven.

Y como testimonio de ese amor, incomprendido por muchos y evocado por otros, el Che Guevara dejó escritas estas palabras a su esposa Aleida antes de partir hacia Bolivia como presagio de su despedida final: "Adiós, mi única, no tiembles ante el hambre de los lobos / ni en el frío estepario de la ausencia / del lado del corazón te llevo / y juntos seguiremos hasta que la ruta se esfume".

10 de octubre de 2012

Desde la trinchera, una inspiración



Afín al ideario político del Che Guevara, el pintor Diego Rivera traza en sus murales el realismo socialista marcado por su carácter rebelde y su imponente presencia, casi intimidante, que coincide con su participación en la revolución mexicana de 1911. El punto inicial de la revolución cubana, generado en Ciudad de México, enmarca otro aspecto determinante en la conformación del grupo disidente al gobierno de La Habana: El Arte.

Ícono social y político indiscutible, Ernesto el Che Guevara, cobra gran primacía sobre otros líderes, incluido el propio Fidel Castro, quien en la película otorga suma importancia al médico argentino en el manejo de los grupos y la toma de decisiones fundamentales. 

En el campo artístico, el Che adquiere mayor connotación, a pesar de no ser reconocido como artista, ya que su figura emblemática, que envidiaría cualquier celebridad, ha inspirado a cientos de hombres y mujeres que como Alberto Korda, (el fotógrafo que captó para la posteridad la legendaria imagen del Che en la plaza de la Habana y que ha recorrido los cinco continentes) han exaltado con su genio creativo al hombre más allá del revolucionario, como símbolo del regreso a los orígenes, del despertar a la libertad, a la igualdad y al respeto al derecho ajeno como dijera el gran caudillo mexicano Benito Juárez. 

Ni siquiera la perversidad extrema que pudiera guardar corazón alguno, detendría ese anhelo inherente a todos los seres humanos: Alcanzar la verdadera libertad, aquella que logramos al dejar libre lo que más se ama, aún cuando el temor a perder nuestros más bellos recuerdos nos exponga a dejarlos esculpidos en la roca del pasado.

Los grandes personajes que recuerda la historia son, ante todo, seres complejos que se elevan por sobre las definiciones simples de los que están cerca o los que están lejos. 

El epíteto de “el Argentino” encierra más que una nacionalidad de la tarjeta de registro electoral ya que conjuga la pluralidad del pensamiento latino encaminado a derribar barreras físicas y formalismos mentales en busca del bienestar de toda una sociedad, que no obstante sus imperfecciones, juega un papel decisivo en la consolidación de valores sublimes como el perdón, el honor, la piedad, el sacrificio, la compasión o el amor con todas las contradicciones que ellos implican en la actualidad.

Aún así, el Che prosigue su marcha hacia la encrucijada que enfrenta el placer con el deber al costo de entregar la propia existencia no solamente como individuo, sino cual pueblo ávido de romper paradigmas en medio del ensordecedor ruido del materialismo absurdo e indiferente de la mayoría que desperdicia lo mejor de la profundidad de la dignidad humana. El objetivo del Che no era convertirse en un buen recuerdo. 

Quería quedar atrapado en la memoria histórica de los pueblos latinoamericanos subyugados por la represión de los poderes autoritarios pero anhelantes de una mayor conquista, la de su autonomía como raza, como ideario cultural y colectivo capaz de asumir su propio destino. 

Pero a su paso encuentra algo más grande, más indefinible y casi mágico. “Y en las sombras mueren genios sin saber de su magia concedida sin pedirlo mucho tiempo antes de nacer”. (Duncan Dhu)

9 de octubre de 2012

Desde la trinchera, un mito


“He nacido en la Argentina. No es un secreto para nadie. Soy cubano y también soy argentino y, si no se ofenden las ilustrísimas señorías de Latinoamérica, me siento tan patriota de Latinoamérica, de cualquier país de Latinoamérica, como el que más y, en el momento en que fuera necesario, estaría dispuesto a entregar mi vida por la liberación de cualquiera de los países de Latinoamérica, sin pedirle nada a nadie, sin exigir nada, sin explotar a nadie”.  
                                                                          
El siguiente texto tiene como propósito plasmar lo que pienso sobre las ambivalencias del presente momento histórico, el cual me hace cada vez más humano y más fuerte.
 
La película “CHE, el Argentino”, relata un tramo de la vida oculta del médico argentino Ernesto Guevara de la Serna. De ella destaco tres elementos que merecen mencionarse como referentes subjetivos que me ayudan a dar forma al presente escrito junto con quienes, presentes o ausentes, ayudaron a forjar cada una de las ideas para ser enlazadas por medio de las palabras escritas.

Un Mito

“Yo soy yo y mi circunstancia”, afirma el filósofo español José Ortega y Gasset como expresión de la percepción de su realidad como individuo espacial y social; a esto se une el deseo de no ser olvidado por todos (o quizá por alguien en especial) que refleja el pensamiento de aquellos que alguna vez han tenido la voluntad de pelear en ese espacio que flota entre la vida y la muerte.
 
Sólo que hay unos seres decididos, por sobre todas las cosas, a luchar hasta el final por sus ideales, sus anhelos e ilusiones que los hacen sentir vivos. Este es el primer factor a resaltar del montaje de la película CHE, el argentino: El Hombre tras el Mito.
 
Un hombre que lejos de su país, intenta construir un futuro para los pueblos de América Latina. El director, Steven Soderbergh nos presenta al protagonista, respetable, fuerte y firme en sus convicciones contrastándolo con imágenes de él mismo, cansado, rechazado por su condición de extranjero, aún en las propias selvas cubanas y expuesto a morir en cualquier momento cual émulo del poeta inglés Lord Byron quien deambuló por Europa en la primera mitad del siglo XIX, hasta el momento de su muerte ocurrida en Grecia, país al que había llegado para defender su causa independentista. 

Esto lo convirtió en personaje prestigioso de vida turbulenta que pudo redimirse en el compendio de sus ideales de hombre romántico gracias a una muerte heroica tal y como sucedió con el médico argentino en las sierras bolivianas el 9 de Octubre de 1967.
 
Ernesto el Che Guevara, el mito, el héroe latino de antología, también era humano. Interesado en las problemáticas de los marginales y dispuesto a cambiar el tono de sus lóbregas esperanzas, surge como modelo a seguir en la lucha contra las desigualdades sociales y denota su vocación como médico que le lleva a identificarse con las grandes mayorías de pobres y a vincularse como líder ideológico del movimiento revolucionario.
 
La visión socialista marca el desarrollo de la película cuya intención primaria es no ocultar el lado oscuro de los conflictos armados, vividos por seres humanos (de cualquier bando) tan frágiles pero a la vez tan osados por cumplir su misión, cueste lo que cueste.
 
Así somos, desafiantes y arriesgados con el impulso de esos deseos por dejar un futuro mejor a las generaciones que vienen tras nosotros. Nos corresponde asumir ese reto y no ser inferiores al mismo. En el aquí y el ahora se resume toda la realidad del hombre, incluido su antiguo yo en su total dimensión de luces y sombras.

3 de octubre de 2012

Renacer



Su silenciosa mirada aguarda paciente el momento en que sus pasos retomen la senda de regreso a su esencia de mujer, donde alimente la esperanza de cruzar su camino, envolverse en caricias y entre suspiros y risas, develar el valor de su más preciado tesoro…