“¿Por qué,
Si el amor es amor,
Y lo es desde siempre,
Yo debo cambiar?
¿Por qué,
Si son ya tantas cosas
Que vamos cambiando
No cambia el amor?
(Nicola di Bari).
Los artistas de la vida, llenos de contrastes y
amplias perspectivas sobre el porvenir, fundamentan sus versos, sus trazos,
escritos o filmes en una experiencia tan divina como humana: El Amor. Este es
el tercer factor que encuentro al recorrer las imágenes de esta
producción. Así lo expresa en uno de sus diálogos el actor Benicio del
Toro quien interpreta al médico argentino: “Y aunque les pueda parecer
ridículo, un revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de
amor: Amor a la humanidad, amor a la justicia y a la verdad”.
El Amor, no se puede definir como un sencillo
sentimiento placentero de ocasión pues su impronta exige mucho más que eso.
Actuar por amor a unos principios y valores, por sí mismo, por un pueblo o
también, por otro ser humano, supone una decisión que trasciende los límites de
lo urgente o lo conveniente. No se describe a fondo en esta película una
historia de amor propiamente dicha entre Ernesto Guevara y su último gran amor,
Aleida March, apasionada por él y atraída por la revolución.
A pesar de esto, en el filme se percibe la pasión
profunda que sobrepasa las contrariedades del diario vivir. Por tal razón, no
se renuncia a aquello que se ama. Y ésta decisión es digna de admirar sin
importar quién lo haga o qué recompensa obtenga al final del camino. En nuestra
sociedad posmoderna, la nobleza de esta virtud se ve desplazada por los
intereses mezquinos y degradantes hacia los menos favorecidos. Intereses
potenciados por el afán mercantilista de los poseedores de una riqueza que no
les pertenece.
En consecuencia, el legado del Che Guevara a las
nuevas generaciones que se oponen al inaceptable sistema de discriminación e
indiferencia social, racial o económica, puede tomarse desde el punto de vista
filosófico no violento, como un aporte a crear una mentalidad latinoamericana
renovada, consciente de su compromiso con el rescate del valor humano para
alcanzar, de algún modo, la verdadera grandeza y por qué no, el reconocimiento
de los demás. Sin embargo, no se pueden desconocer los lamentables errores
cometidos en la aventura por forjar un mundo mejor.
Cada ser humano debe asumir la propia responsabilidad moral,
ética y práctica para tratar de restituir hoy los perjuicios causados a las
personas o sociedades en tiempos ya idos. “La verdad se escribe a sí
misma” escribió el poeta Walt Whitman. Por tanto será el juicio del tiempo
el que premie o condene las palabras o los actos realizados en
nombre de la verdad y la justicia.
Es poco probable que los hechos pretéritos vuelvan a
repetirse a sí mismos porque los instantes que conforman la cadena de la
eternidad, son únicos e irrepetibles como aquellos que los viven.
Y como testimonio de ese amor, incomprendido por
muchos y evocado por otros, el Che Guevara dejó escritas estas palabras a su
esposa Aleida antes de partir hacia Bolivia como presagio de su despedida
final: "Adiós, mi única, no tiembles ante el hambre de los lobos / ni
en el frío estepario de la ausencia / del lado del corazón te llevo / y juntos
seguiremos hasta que la ruta se esfume".
Epílogo de esta aventura, mañana mediante DIOS.
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