12 de octubre de 2012

Desde la trinchera, una decisión


“¿Por qué,
Si el amor es amor,
Y lo es desde siempre,
Yo debo cambiar?
¿Por qué,
Si son ya tantas cosas
Que vamos cambiando
No cambia el amor?

(Nicola di Bari).

Los artistas de la vida, llenos de contrastes y amplias perspectivas sobre el porvenir, fundamentan sus versos, sus trazos, escritos o filmes en una experiencia tan divina como humana: El Amor. Este es el tercer factor que encuentro al recorrer las imágenes de esta producción. Así lo expresa en uno de sus diálogos el actor Benicio del Toro quien interpreta al médico argentino: “Y aunque les pueda parecer ridículo, un revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor: Amor a la humanidad, amor a la justicia y a la verdad”.

El Amor, no se puede definir como un sencillo sentimiento placentero de ocasión pues su impronta exige mucho más que eso. Actuar por amor a unos principios y valores, por sí mismo, por un pueblo o también, por otro ser humano, supone una decisión que trasciende los límites de lo urgente o lo conveniente. No se describe a fondo en esta película una historia de amor propiamente dicha entre Ernesto Guevara y su último gran amor, Aleida March, apasionada por él y atraída por la revolución.

A pesar de esto, en el filme se percibe la pasión profunda que sobrepasa las contrariedades del diario vivir. Por tal razón, no se renuncia a aquello que se ama. Y ésta decisión es digna de admirar sin importar quién lo haga o qué recompensa obtenga al final del camino. En nuestra sociedad posmoderna, la nobleza de esta virtud se ve desplazada por los intereses mezquinos y degradantes hacia los menos favorecidos. Intereses potenciados por el afán mercantilista de los poseedores de una riqueza que no les pertenece.

En consecuencia, el legado del Che Guevara a las nuevas generaciones que se oponen al inaceptable sistema de discriminación e indiferencia social, racial o económica, puede tomarse desde el punto de vista filosófico no violento, como un aporte a crear una mentalidad latinoamericana renovada, consciente de su compromiso con el rescate del valor humano para alcanzar, de algún modo, la verdadera grandeza y por qué no, el reconocimiento de los demás. Sin embargo, no se pueden desconocer los lamentables errores cometidos en la aventura por forjar un mundo mejor.

Cada ser humano debe asumir la propia responsabilidad moral, ética y práctica para tratar de restituir hoy los perjuicios causados a las personas o sociedades en tiempos ya idos. “La verdad se escribe a sí misma” escribió el poeta Walt Whitman. Por tanto será el juicio del tiempo el que premie o condene las  palabras o los actos realizados en nombre de la verdad y la justicia.

Es poco probable que los hechos pretéritos vuelvan a repetirse a sí mismos porque los instantes que conforman la cadena de la eternidad, son únicos e irrepetibles como aquellos que los viven.

Y como testimonio de ese amor, incomprendido por muchos y evocado por otros, el Che Guevara dejó escritas estas palabras a su esposa Aleida antes de partir hacia Bolivia como presagio de su despedida final: "Adiós, mi única, no tiembles ante el hambre de los lobos / ni en el frío estepario de la ausencia / del lado del corazón te llevo / y juntos seguiremos hasta que la ruta se esfume".

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