Afín al ideario político del Che Guevara, el pintor Diego Rivera
traza en sus murales el realismo socialista marcado por su carácter rebelde y
su imponente presencia, casi intimidante, que coincide con su participación en
la revolución mexicana de 1911. El punto inicial de la revolución cubana,
generado en Ciudad de México, enmarca otro aspecto determinante en la
conformación del grupo disidente al gobierno de La Habana: El Arte.
Ícono social y político indiscutible, Ernesto el Che Guevara, cobra gran primacía sobre otros líderes, incluido el propio Fidel Castro, quien en la película otorga suma importancia al médico argentino en el manejo de los grupos y la toma de decisiones fundamentales.
En el campo artístico, el Che adquiere mayor connotación, a pesar
de no ser reconocido como artista, ya que su figura emblemática, que envidiaría
cualquier celebridad, ha inspirado a cientos de hombres y mujeres que como
Alberto Korda, (el fotógrafo que captó para la posteridad la legendaria imagen
del Che en la plaza de la Habana y que ha recorrido los cinco continentes) han
exaltado con su genio creativo al hombre más allá del revolucionario, como
símbolo del regreso a los orígenes, del despertar a la libertad, a la igualdad
y al respeto al derecho ajeno como dijera el gran caudillo mexicano Benito
Juárez.
Ni siquiera la perversidad extrema que pudiera guardar corazón
alguno, detendría ese anhelo inherente a todos los seres humanos: Alcanzar la
verdadera libertad, aquella que logramos al dejar libre lo que más se ama, aún
cuando el temor a perder nuestros más bellos recuerdos nos exponga a dejarlos
esculpidos en la roca del pasado.
Los grandes personajes que recuerda la historia son, ante todo, seres complejos que se elevan por sobre las definiciones simples de los que están cerca o los que están lejos.
El epíteto de “el Argentino” encierra más que una nacionalidad de
la tarjeta de registro electoral ya que conjuga la pluralidad del pensamiento
latino encaminado a derribar barreras físicas y formalismos mentales en busca
del bienestar de toda una sociedad, que no obstante sus imperfecciones, juega
un papel decisivo en la consolidación de valores sublimes como el perdón, el
honor, la piedad, el sacrificio, la compasión o el amor con todas las
contradicciones que ellos implican en la actualidad.
Aún así, el Che prosigue su marcha hacia la encrucijada que enfrenta el placer con el deber al costo de entregar la propia existencia no solamente como individuo, sino cual pueblo ávido de romper paradigmas en medio del ensordecedor ruido del materialismo absurdo e indiferente de la mayoría que desperdicia lo mejor de la profundidad de la dignidad humana. El objetivo del Che no era convertirse en un buen recuerdo.
Quería quedar atrapado en la memoria histórica de los pueblos
latinoamericanos subyugados por la represión de los poderes autoritarios pero
anhelantes de una mayor conquista, la de su autonomía como raza, como ideario
cultural y colectivo capaz de asumir su propio destino.
Pero a su paso encuentra algo más grande, más indefinible y casi
mágico. “Y en las sombras
mueren genios sin saber de su magia concedida sin pedirlo mucho tiempo antes de
nacer”. (Duncan Dhu)
Mañana tercera entrega.
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